Entre la queja y el amor propio.

Elegir y buscar ser uno mismo es un acto creativo porque implica constituirse como alguien singular. Es desplegarse desde el ser y buscar lo propio. Consiste en intentar ser nuestros deseos partiendo de nuestros límites y posibilidades para realizarlos y vivir conectados con nuestros estados emocionales. Y al vivir desde uno mismo se irá logrando el amor propio, el poder valorarse como alguien merecedor de estados de felicidad. Como un digno buscador de vínculos que nos hagan crecer y de experiencias de disfrute y fortalecimiento.

Pero oscilamos en la vida entre instalarnos en la queja o en el amor propio.

La queja, no cuando se trata de un dolor real sino cuando se erige como una  posición frente a los demás, puede adoptarse como una forma de vida que nos impida el crecimiento. La queja crónica implica esperar que el otro nos resuelva la vida o nos consuele en lo que sentimos como injusto. En la queja, la energía está puesta en la espera pasiva de la redención y no en el acto de crear para nuestra vida el mejor escenario posible, el propio. La queja muestra un sufrimiento pasivo, mientras que con el amor propio podremos navegar mejor en situaciones de dolor real. Podremos crecer y aprender del dolor atravesándolo para poder salir después de él, hacia momentos de mayor plenitud.   

En la queja crónica, hay un deseo de perfección al que no se quiere renunciar, hay una no aceptación del límite, un anhelo de omnipotencia porque al adoptar la queja como estilo de vida, partimos del supuesto de que las situaciones o las demás personas tendrían que ser de otra forma; a nuestra forma.
Al quejarnos del otro lo queremos moldear para que sea como nosotros. Excluimos la aceptación del otro como posibilidad.  Se espera con enojo y resentimiento lo que no sucederá y hasta se puede culpar o responsabilizar al otro por eso que no se produce. ¿Por qué suponer que nuestros padres, nuestros hijos, amigos o parejas tienen que ser nuestras expectativas? El otro ES y en esa existencia nos pide aceptación, valoración y reconocimiento. Aceptación de su vulnerabilidad y al mismo tiempo un reconocimiento positivo de aquello que nos aporta en el vinculo. ¿Qué me aporta el otro?  ¿Cómo me enriquece?  

Hay posiciones frente a los demás que elegimos para ubicarnos en la vida, solo como ejemplos menciono la posición del "tratado injustamente", la de "la víctima", la del "no reconocido o valorado por los demás", la del "desafortunado", la "del loco" etc.  Podemos, sin embargo, elegir posiciones mucho más saludables, en las que optamos, al pararnos en ese lugar, por una mirada positiva de la vida y de nosotros mismos; se buscará desde ahí tratarse bien a sí mismo y a los otros. Es permanecer en una posición de dignidad. Se intentará buscar activamente lo que uno merece. Es el espacio en el que reconocemos nuestro potencial, aquellas actividades que nos entusiasman  y nuestras fortalezas. El lugar del merecimiento: "merezco ser feliz y buscar mi bienestar para así poder ayudar a que el otro lo busque también"

El amor a uno mismo parece ser la condición para el amor a los demás mientras que la victimización es un destrato sobretodo para con uno mismo. Y una posición que aleja a los demás de nosotros. La queja y la victimización nos terminan dejando aislados y con poca red social porque los demás perciben que hay en la queja poca necesidad consciente de cambio y toman distancia por sentirse cansados e impotentes en los intentos por acompañarnos. 

El reconocimiento de los propios deseos, la búsqueda de lo que uno se merece y la aceptación con compasión de nuestros propios límites son espacios que podemos habitar para crecer como seres más plenos. O nos instalamos en el reclamo constante al destino o a los demás o nos habitamos a nosotros mismos para realizar aquello que somos. Aquello a lo que el destino nos invita a realizar para expandirnos, plenificarnos y vivir integrando lo doloroso, las frustraciones, con la realización y los logros personales.  

Ser lo que uno es implica  un acto creativo y sutil que, si estamos conectados con nosotros mismos, nos ocupará toda la vida. El amor propio previene conductas que implican un ataque a uno mismo: adicciones, compulsiones, relaciones adictivas, depresiones por auto reproches, etc.

Les adjunto un poema de Charles Chaplin que llegó a mi en estos días y para seguir trabajando en el tema del amor propio, a mi criterio poco desarrollado en textos tanto de pedagogía como de crianza familiar.

http://es.scribd.com/doc/240479465/Cuando-Me-Ame-de-Verdad

 Matias Muñoz

Comentarios

Entradas populares